Gobernar se ha convertido en el arte de buscar culpables en lugar de resolver problemas. Eso lo tenemos que cambiar. Lo que importa es la capacidad y no la ideología. La experiencia y el conocimiento deben pesar más que los dogmas del gobernante. Más que izquierda o derecha, el país quiere un gobierno en el que pueda confiar.
El consumo es lo que le da la sensación térmica a la economía. Por eso, en las encuestas de opinión las preguntas sobre la situación económica del hogar tienen una respuesta positiva. Y las empresas también muestran mejores resultados, por ahora.
Estas acciones, que tienen amplio apoyo popular, no serán suficientes para cuadrar las cifras fiscales. También serán necesarias medidas impopulares, como la eliminación de los subsidios al ACPM, algo que este gobierno no ha querido por temor a un paro de transportadores. El próximo gobierno requerirá mucha firmeza y carácter. No hay espacio para aguas tibias.
La mediocridad que hoy gobierna a Colombia –adornada por estos días con mariposas amarillas, referencias literarias vacías, chistes y una dosis creciente de cinismo– es también una burla al voto de la gente, a sus sueños y expectativas. Es también un golpe permanente a la democracia y a la inversión.
Colombia no puede gobernarse a punta de eslóganes, como la idea de bajar todos los impuestos al 10 %. Estamos viviendo la peor crisis fiscal en décadas y al próximo gobierno le corresponderá resolverla, no agravarla. Como lo sabe cualquier persona con un mínimo de experiencia en estos temas, semejante pérdida de ingresos fiscales nos pondrá en una situación económica peor que la que heredó Milei en Argentina, producto de un déficit fiscal desbordado.
Sin seguridad y sin economía, a Petro le queda el ataque como herramienta. Notificado de que Trump va en serio, ha optado por la retórica y las indirectas cuidándose de no cruzar el umbral de la provocación.
Otra muestra de la desconexión entre la narrativa que quiere vender el Gobierno y lo que realmente ocurre en el territorio es hablar, por ejemplo, de una “transformación del departamento del Cauca, gracias a la presencia de la Fuerza Pública y la intervención del Estado”.
Nunca se sabe cuándo nos dejan de prestar. Lo que sí se sabe es el dolor que causa: altas tasas de interés, dólar por las nubes, pérdida de confianza y, en últimas, menos poder adquisitivo para la gente. El país no tiene opción. Hay que bajar el déficit fiscal.
A medida que se abren más y más mesas de negociación, la estrategia de ceses del fuego intermitentes ha generado la proliferación de áreas del territorio con baja presencia de la Fuerza Pública.
Colombia está hoy llena de iniciativas que acabarán teniendo resultados desastrosos. Presentadas como grandes soluciones para temas como la desigualdad y el cambio climático, obtienen amplio apoyo político, pero en realidad harán todo lo contrario.